¿Qué pone en mi etiqueta? Autoconcepto y Autoestima en la educación de los hijos
- Publicado el 14 de Marzo de 2022
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- COACHING PARA FAMILIAS
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Si a uno de tus hijos le pides recoger sus juguetes, o su cuarto, y de forma declarada da muestras de que no obedece... en estos momentos y ante esta situación, ¿sueles mostrar tu frustración con la “típica” frase: “eres un, o eres una....” (desobediente, vago/a, pasota)?
Este ejemplo se suele repetir y comentar mucho en las Escuelas de Familia que imparto en Centros Educativos. Parece que la sensación de impotencia y cansancio ante una situación así es bastante común. Pero, parémonos a pensar en las repercusiones que puede tener repetir este mensaje, desde la afirmación hacia la persona (y no la conducta) que hacemos con esa cualidad que le otorgamos a nuestro hijo... convertida en un juicio de valor.
Como autoreflexión, podríamos comenzar preguntándonos: ¿me conozco lo suficiente con mis cualidades como madre/ padre?, ¿conozco mis puntos fuertes, o débiles?, ¿guardo alguna etiqueta de mi infancia? Y a mi hijo/a, ¿le hago saber en qué demuestra más o menos destreza? Las conductas visibles reflejan nuestro mapa por el que nos manejamos en la vida. Este “mapa” sin embargo, no es visible a los ojos de los demás, pero sí podría moldearse por lo que vivimos de manera social.
“La autoestima que hayamos ido desarrollando desde nuestra más temprana infancia, repercutirá en nuestro desarrollo en la edad adulta”.
Si potenciamos una autoestima equilibrada en nuestros hijos/as desde un autoconcepto sano, estaremos ayudando a que sean niños y niñas felices, y que cada día aprendan un poquito más sobre cómo son.
El autoconcepto me ayuda a definirme: ¿quién soy yo?, y la autoestima me lleva a valorarme: ¿me gusto tal y como soy?
Si como padres no se ha tenido la posibilidad de valorar este aprendizaje, puede que sea ahora, gracias a la importancia que se le otorga a educar desde las emociones a nuestros hijos/as, una ocasión única para ponerse en marcha.
EDUCAR DESDE LA ACEPTACIÓN
Para educar desde las emociones, no es suficiente tratar con amor, sino también habrá que incorporar a la fórmula el respeto y la aceptación.
Por mucho que nos guste que nuestros hijos se parezcan a nosotros en determinadas cosas, o desde la escuela que el profesor/a quiera que las cosas se hagan de una forma determinada, no podemos esperar que personas diferentes actúen de la misma manera.
A partir de los 5 años los niños y niñas van adquiriendo autonomía en su desarrollo, para adaptarse a situaciones nuevas, en la toma de decisiones, sus gustos, su carácter. Es necesario permitir que puedan seguir su camino de autoestima saludable desde dejar que sean ellos mismos. Entendiendo que los límites los pone el adulto, y la autoridad se marca sin autoritarismo.
FUERA ETIQUETAS
¿Y cómo se consigue “dejar que sean”, marcando límites? Evitando frases como estas: “Eres un/a egoísta”, “Eres un/a torpe”, “Eres tonto/a”, frases que por un lado aprenden para devolver a los demás, y por otro, les etiqueta y terminarían por cumplir con esa expectativa que les estamos enviando.
Sin embargo, cuando apuntamos hacia su actitud, el mensaje se recibe más claro y abre la posibilidad de cambio y aprendizaje: “no está bien esto que has hecho, sé que lo puedes hacer mejor”. Y en todos los casos, dejar claro que aunque hagan cosas que no nos parecen adecuadas, les seguimos queriendo: “te quiero todos los días, cuando haces cosas que me gustan más, o que me gustan menos”.
Ayudará a diferenciar la conducta de los sentimientos que tenemos hacia ellos, pues necesitan sentir que no les hemos dejado de querer por hacer ciertas cosas. Igual es de necesario reforzar en positivo sobre la actitud, en lugar de un “eres muy bueno y lo haces todo muy bien” sin una actitud de referencia, porque aprenderán a esperar ese regalito a su ego, y querrán ser el/la bueno/a de la familia (o de la clase) siempre, y puede ser muy frustrante no recibirlo en otros contextos menos protectores, confundiéndoles en su autoconcepto.
Si se les etiqueta se preguntarán: “pero... ¿no era yo el bueno? ¿y ahora entonces quién soy?”. “¿No lo hacía todo bien?, pues ahora siento que no sé hacer nada”.
PREDICANDO CON EL EJEMPLO
Es bueno recibir en qué cosas se demuestra mayor o menor destreza, fomentando el esfuerzo en la tarea, el autoconocimiento, y el interés por asumir nuevos aprendizajes. No importa que aquello que se hace no se logre con éxito a la primera; lo importante es que se intenta, y con la práctica se alcanzará.
Con un mensaje adecuado sobre las conductas, daremos la oportunidad a la aceptación de uno mismo y al descubrimiento de los propios recursos, ampliando el aprendizaje hacia una mejora constante.
Entendiendo que la adaptación a diferentes situaciones en diferentes etapas de desarrollo, hace que la exigencia también sea variable.
Reconoceremos una buena autoestima cuando:
- Se asumen los retos con responsabilidad, sin miedo al fracaso.
- Se prueban actividades nuevas, confiando en las posibilidades personales.
- Se reconocen los errores, sin mentiras para evitar el castigo.
- Se muestra sociabilidad, con empatía y cooperación, en lugar de agresividad.
- Se expresa con naturalidad, sin vergüenza o excesiva timidez.
- Se mantiene una actitud positiva, evitando las regresiones a actitudes más infantiles o inmaduras (querer volver a ser pequeño/a).
LOS ADULTOS TAMBIEN DAMOS EJEMPLO CON NUESTRAS CONDUCTAS VISIBLES
Cuando establezcamos acuerdos con ellos sobre, por ejemplo, cuándo hacer una tarea, es bueno dejar claro que confiamos en que cumplirán su parte. Causará un efecto positivo en la adquisición de responsabilidad. Si no lo llegan a cumplir, éste será un motivo de conversación sobre para qué era importante que cumplieran con el acuerdo, y preguntar qué ha ocurrido para que no haya sido así. En ningún caso, totalizar la conducta con un “ya sabía que no me podía fiar de ti”, porque volveríamos a la profecía autocumplida, y caerán en la creencia de “si ya sabes que no te puedes fiar de mí, no me esfuerzo en intentarlo”.
Se establecerá un nuevo acuerdo en el que ellos mismos se comprometan en el modo de cómo van a cumplirlo, con la consecuencia explícita si no lo consiguen, como quitarle un privilegio (ver la tele, jugar con el ordenador...), y con refuerzo verbal y afectivo si lo cumplen (“¡muy bien, has sido muy responsable!”, “eres todo un/a mayor”...)
Es aconsejable mucha comunicación en casa, atendiendo a una escucha abierta hacia sus reflexiones, gustos, puntos de vista... podemos compartir formas diferentes de ver el mundo y aceptarnos.
También seremos capaces de aceptar nuestras limitaciones, mostrar nuestras valías, y reconocer nuestros fracasos. Porque “todos los días aprendemos una cosa más”...¡Feliz camino!
Sobre el Autor

Raquel de Diego
Coach de Familias y Parejas. Formadora.
Estudié Trabajo Social en la Universidad Complutense de Madrid, mi pasión por leer y escribir junto con ser madre me ha llevado a especializarme en la atención a la infancia. Cualquier tipo de mensaje marca la identidad de cada persona.
Trabajadora Social. Máster en Neuropsicopedagogía. Narrativa Terapéutica. Especialista en Psicoterapia e Hipnosis ericksoniana. Coach de Familias y Parejas. Formadora.
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