logo conciliafam conciliacion familiar y laboral

Artículo Ampliado

Si a un niño que acosa no se le atiende desde las emociones, estará perdido

  • Publicado el 02 de Febrero de 2018
  • |
  • EXPERIENCIAS PRÁCTICAS
  • 458

Si a un niño que acosa no se le atiende desde las emociones, estará perdido

En la última década, los casos de violencia en los centros educativos y sus consecuencias atroces en quienes reciben tanto el acoso como el cyberacoso, han incrementado en su número de afectados y disminuído en su edad de inicio de estas conductas.

Esto nos preocupa especialmente a las familias y a los profesores y equipo multidisciplinar de los Centros. Y la realidad es que nos afecta a toda la sociedad, ¿qué está ocurriendo, hacia dónde vamos? , ¿que tipo de valores están campando a sus anchas entre nuestros hijos, pequeños y adolescentes? Y sobre todo, ¿qué tipo de sociedad estamos creando los adultos para transmitir, para impregnar, estos valores en quienes están bajo nuestro cuidado, a quienes educamos a diario no solo por lo que les decimos sino por cómo vivimos? Todos somos responsables... que nadie mire a otro lado.

 

¿QUÉ ES EL ACOSO ESCOLAR?

El acoso escolar es un comportamiento agresivo en modo físico, psicológico o verbal y no deseado, entre niños y/o niñas dentro del entorno escolar, que supone un desequilibrio de poder.

Tanto el niño que acosa como quien es acosado están inmersos en unas emociones no deseables. 

Carecen de habilidades o recursos suficientes para afrontar los conflictos emocionales que puedan estar emergiendo en su interior, derivados de diversas causas.

Tanto los niños o niñas que son acosados o acosadas como los que acosan pueden padecer problemas emocionales graves y duraderos.

Para que se considere que hay acoso, el comportamiento debe ser agresivo, e incluir:

  • Un desequilibrio de poder: los niños o niñas que acosan usan su poder (como la fuerza física, el acceso a información desagradable o la popularidad) para controlar o dañar a otros u otras.

  • Repetición: los comportamientos de acoso suceden más de una vez, o bien tienen el potencial de producirse más de una vez.

  • Una intención de hacer daño.

 

LA NECESIDAD DE ACTUAR DIFERENTE A COMO HASTA AHORA

El niño es un ser en desarrollo que presenta características físicas, psicológicas y sociales propias, su personalidad se encuentra en proceso de construcción, posee una historia individual y social, producto de las relaciones que establece con su familia y miembros de la comunidad en que vive.

La afectividad en el niño se aplica a emociones, sensaciones y sentimientos; su autoconcepto y autoestima están determinados por la calidad de las relaciones que establece con las personas que constituyen su medio social.

Y si conociendo estas características del aprendizaje, la socialización y la construcción del AUTOCONCEPTO y la AUTOESTIMA, que se deben en gran parte en la relación con los demás, el impacto que cada persona recibe de cada interacción, según su sensibilidad y rasgos destacados de la identidad que van conformando su personalidad, será muy personal, variado y desconocido a simple vista.

¿Qué quiere decir esto? Varios puntos:

  1. Que cada niño o niña se verá afectado en diferente grado por una misma situación o interacción. Para dos hermanos no es la misma experiencia que ambos se caigan a una piscina, aun sabiendo nadar. Y cada cual guardará un recuerdo diferente de esa misma experiencia. Influye la emoción y su intensidad con la que lo vivieron (haced la prueba, preguntad a dos hermanos o amigos sobre algo que les ocurrió a la vez...)

  2. Que sólo lo que vemos es su conducta: el resultado de una serie de procesamientos internos de descodificar la información del exterior tal y como la ha percibido, según sus experiencias personales y su identidad. Y desde este filtro subjetivo, mas sus mecanismos aprendidos de defensa y socialización (también muy particulares y exclusivos) así actuará, y nos dejará ver su conducta como resultado de sus pensamientos y emociones.

  3. Que como nos decía El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos del hombre”. La esencia del aprendizaje está en la emoción, no en la conducta. Si un niño que agrede está siendo juzgado porque agrede nos perderemos en conocer qué le produce dolor como fuente de frustración.

- La agresividad es un mecanismo de defensa muy primitivo que se sucede en cualquier animal y ser humano cuando no se poseen habilidades racionales para resolver una situación que supone amenaza.

- Y la violencia es el “uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo”- OMS.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, se puede destacar en conclusión que la función del educador como figura de referencia, padre/ madre/ personal docente,  será la de regular sus emociones, escuchando y dialogando desde una postura abierta, de respeto y empatía.

 

ATENDER A SU HISTORIA DE VIDA Y REEDUCAR LA EXPRESIÓN DE EMOCIONES

Cuando a un niño o niña se le sanciona desde una relación: conducta-conducta, no estamos reeducando esta conducta desde su parte oculta, que es su origen. Sin embargo, si ayudamos a canalizar esa emoción de rabia, impotencia, inseguridad... ese malestar en otro tipo de salida a través de una buena gestión emocional, estaremos ayudando al niño a liberarse, a crecer, a sentirse fuera de esa cárcel, a sentirse querido, no juzgado, a sentirse bien con su vida y con quienes le rodean. A no tener la sensación de que “los demás le deben algo que no tiene y los demás si”, ni él será quien deba el castigo de nadie. 

Escribiendo esto, me estoy acordando de una escena de la película “Un monstruo viene a verme”. Sin intención de hacer spoiler, recuerdo la escena en que el niño protagonista, Conor,  se siente tan culpable por sentir lo que siente respecto al estado de su madre que despierta su furia y se enfrenta de forma violenta al compañero de clase que hasta la fecha le estuvo molestando... Ahí tenemos un acoso bien clarito. Y de este acoso continuado, el prota decide emplear su excusa de ser acosado para desatar en ese contexto, en forma de ira y violencia entremezcladas como una gran bola que fué creciendo junto con su monstruo, aquélla sensación por creer que merecía ser castigado. ¿Recordáis?  El niño que iba a recibir la furia de Conor lo entendió a la primera, y se negó, prefirió seguir tomando el control y desde una dureza implacable verbal, le aseguró que no le permitiría sentirse mejor a su costa. Y ante situaciones así, ¿cómo actuaría un adulto que se encontrase en medio de la escena?

 


¿Te ha gustado? ¡Compártelo!


Sobre el Autor

Raquel de Diego

Raquel de Diego

Coach de Familias y Parejas. Formadora.

Estudié Trabajo Social en la Universidad Complutense de Madrid, mi pasión por leer y escribir junto con ser madre me ha llevado a especializarme en la atención a la infancia. Cualquier tipo de mensaje marca la identidad de cada persona.

Trabajadora Social. Máster en Neuropsicopedagogía. Narrativa Terapéutica. Especialista en Psicoterapia e Hipnosis ericksoniana. Coach de Familias y Parejas. Formadora.

Comentarios


Enviar Comentario

¡Su comentario ha sido enviado correctamente!